Nunca escriben la historia las personas anónimas, que sacrificadamente y en silencio, sin esperar nada, empujan del carro, llámese eses carro como quiera, porque no les mueve ningún afán de protagonismo, sólo sus ideas, sus anhelos.
¿Cuantos campos de batalla quedaron llenos de héroes olvidados?
Y el hombre persiste en su ceguera, en su cerrazón, sin aceptar que juntos sumamos y que, solamente unidos, podremos alcanzar los frutos del árbol prohibido porque no fue Dios quién arrojó al hombre del paraíso, fue el hombre quien destruyó el paraíso para parecerse a Dios.
Aunque podría perfectamente tirar del carro, prefiero ser de los que empujan, porque en el acto solidario de empujar está la verdadera esencia de ser.
No venimos al mundo para estar, para decir que, pues estamos, existimos y si existimos hacemos, pues lo importante no es existir, lo realmente importante es ser, fundirse con la naturaleza, la madre tierra y en esta comunión perfecta avanzar hacia la utopía.
Quizás esté divagando por lares que no son del hombre, que no son del depredador, pero en estos lares de colores diluidos en la nebulosa heroica del tiempo, quiero ser, ya que me siento hombre y héroe, Dios y Demonio.
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