Es posible que la desesperanza nos invada y nos deprima,
evitándonos ver todo lo bello que nos rodea, fijarnos en cosas sencillas, oír
los mil sonidos que el mundo nos hace llegar, pero es normal, porque estamos
contaminados por los medios de comunicación, por las noticias que llegan cada
día, noticias que nosotros interpretamos de otra manera, porque nuestra óptica
está más pegada al suelo, más cerca de la realidad.
Que el mundo, nuestro mundo pequeño y el otro, están
cambiando y nunca volverán a ser lo que eran no es un vaticinio de un
pesimista, es la realidad pura y dura y para este pronóstico no se necesita ser
doctor en economía, ni ciencias políticas, ni en ninguna materia, solo hace
falta observar y ver como en los últimos años ha evolucionado la historia, el
hombre, el mundo, su entorno.
Es curioso lo de los brotes verdes o la luz al final del
túnel y digo curioso por no decir cómico o algo peor, pues en realidad no es
que haya brotes verdes o luz al final del túnel, sino frondosas selvas y
fulgurantes estrellas para unos pocos y yermos páramos y obscuridad absoluta
para la gran mayoría, ya que el 1%
acumula la mitad de la riqueza del mundo y no es diferente en España,
donde los últimos datos de la Fundación
FOESSA dice “La brecha que se ha abierto entre las personas empobrecidas
y las personas con más posibilidades de acceso a bienes y servicios es
alarmante. Los ingresos medios de las personas más ricas de España son siete
veces superiores al nivel medio de ingresos de quienes tienen menos rentas. Y
desde el comienzo de la crisis, esta diferencia se ha incrementado en un 30%.”
El mundo no volverá a ser igual al que conocimos en el pasado,
pues en vez de avanzar hemos retrocedido y de seguir con las políticas actuales
retrocederemos más y más hasta alcanzar las cotas más bajas que jamás hayamos
conocido, y ,algo peor, sin futuro para las próximas generaciones, condenadas a
la indigencia, indigencia física, indigencia intelectual, indigencia en
derechos, indigencia en libertades, indigencia e indigencia en todos los
ámbitos hasta convertirnos de nuevo en siervos de la gleba.
La propaganda gubernamental y la de sus voceros, ABC, La
Razón, 13TV, Intereconomia y otros, nos
quieren transmitir la idea de un País totalmente normalizado, saneado en lo
esencial que no en lo substancial, con leyes justas, regidores honestos,
reparto equitativo de las cargas, políticos íntegros y bien preparados y
similares despropósitos, que solo se lo creen ellos gracias a los “gin tonics
low cost”, porque de otra manera sería imposible.
La patria, palabra que me da grima por las connotaciones
pasadas, pasará en breve, según algunos iluminados, a ser el motor europeo
gracias a su “chinicización”, pero con algunas ventajas, pocas, respecto al país
de origen. Estos argumentos se basan, según mi entender, en factores económicos
y la pérdida de derechos, que se materializan en la nueva ley laboral de la
señora Bañez y la ley de seguridad ciudadana del señor Fernández Díaz, todo
ello favorecido con la reforma del código penal del señor Gallardón. Este nuevo
periodo de prosperidad, basado en salarios míseros, carencia de derechos de los
trabajadores, sanciones severas, incluida la cárcel, para los huelguistas y
manifestantes y pingues beneficios fiscales para empresas y especuladores.
Este es el futuro que nos espera con las clases políticas y
sindicales europeas, convertidas en castas intocables, que solo legislan a
favor de los poderosos, condenando a las clases medias y bajas a la indigencia,
pero podemos tener un hálito de esperanza, que no depende nada más que de
nosotros mismos, porque la historia está llena de hechos esperanzadores que hicieron
al mundo más justo e igualitario.